En un primer momento pensé que ‘La fuente’ de Duchamp sería una fosa y dentro de ella la calavera de Hirst un N.N. que asomaba a la luz. Agregaría dentro del orinal tierra de una fosa del Sinú, para contextualizar el concepto.
Lo dibujé en una pequeña libreta, repasé los casi cien años de historia que separan estas dos obras. Conjeturé paralelismos y me entusiasmé con la idea. Conseguí las imágenes y realicé el montaje. Lejos de mi intención, el orinal no funcionaba como una fosa y mucho menos la calavera como un N.N.. Me deprimí. Busqué una frase de Regis Debray que recordaba vagamente “La tibia disecada del santo reclama el relicario, y el oratorio, y a su vez la peregrinación y todo lo que viene después. Del mismo modo el exvoto reclama el retablo, el díptico, el fresco y por último el cuadro. Así se pasa del amor de los huesos al amor al arte” . Volví a mirar el fotomontaje y ‘La fuente’ apareció como la capucha que cubría los brillantes rasgos de una pálida dama, la superposición de las símetrias agudizó la siniestra combinación.Llegué a ver un Darth Vader blanco. Me di por vencido, de pensar en una obra de denuncia social solo pude hacer un retrato más de Átropo, la más terrible de las parcas. Como en la muerte, la forma triunfó sobre la idea.